Qué dicha la mía la de sentir la tristeza, hacerla mía. Mirarme al espejo derrotado y admitir con lágrimas en los ojos que siempre tuve la razón.
Los tiempos vuelven en círculo, me trajeron de nuevo a mi lugar, quitando las falsas ideas de mi cabeza.
¿Cuándo decidí que era buena idea creerme mejor de lo que soy?
Pues no soy, ni seré. Vuelvo al suelo frío, a las noches solitarias, a las lágrimas provocadas por canciones escritas por inmaduros.
Y es que nunca estuve en mi zona de comfort, para quienes creyeron que lo estaba. Apenas vuelvo a ella. A mi adorada tristeza, mi querida lástima, y al asco que siempre me he tenido.
Escupo al espejo, te lo dije. No eres nada más que un pinche negro, feo y pobre.
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