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domingo, 29 de marzo de 2020

La tinta duele

El silencio de mis palabras enmudecen el espacio, el ruido del viento, y del mar está presente en la habitación sin color.

Se llama Juan, y su nombre desborda al tintero, salpica. Y manchones de tinta comienzan a caer por doquier.

Ramiro, Sebastián, Victor, Max, los nombres no dejan de aparecer, la tinta negra cae sobre las paredes, en las sábanas, la parte trasera de la puerta, sobre los zapatos limpios.

Caen en la piel formando tatuajes que intento borrar y quedan como una marca que no me dejará olvidar.

Los cargo a ellos también como te cargo a ti. Los cargo a todos junto con lo que cargo de mi.

Y de repente duele, y luego no.

La tinta, duele.
Duelen.
Dueles.







no es distinto

Los planes se han disuelto en mis manos, como arena cayendo entre mis dedos. Los minutos, las horas y los días caen como granos dentro de un reloj de arena. El tiempo pasa, pero yo no me muevo, estoy inerte. 

En este pedazo de vida, los días no tienen nombre, ni las horas, ni yo. Alejarme parece ser una respuesta segura pero desconcertante.  

Afuera ya es primavera, llena de humedad las casas y de sol las calles, me recuerda a la infancia. Y este sol me obliga a verme de frente con este lugar. Que no cambia, se mantiene, se aferra y se encierra. 

El tiempo pasa, y no me muevo. No es distinto, no es nada distinto. 


miércoles, 18 de marzo de 2020

Puesta de Sol

Despertar a media tarde con la escuálida sensación de cansancio y un extraño dolor de estómago, sentir los rayos sobre mi rostro junto con una melancolía  pegada a mi piel como mi playera pegada a mi cuerpo por las gotas de sudor que corren por mi espalda.

El equinoccio de la primavera anuncia su llegada, el invierno terminó por debilitarme con sus mentiras y falsas resoluciones. Pero es que nunca dejó de sentirse caliente, áspero, doloroso, frío aún con un sol ardiente sobre la ciudad.

Veo al atardecer del final de esta estación y a sus brillantes colores: rosas, naranjas y casi azules al culminar, ¿será ese azul el único momento de frialdad del invierno? Me pregunto si la sensación del hielo quemando sobre mi piel será una señal de que el frío no es más que sólo calor, que realmente no hay ninguna mentira, más bien, tonto yo al no haber comprendido que el invierno no es más que el infierno mismo.

Ahora las flores renacerán, se tupirá el paisaje de color, las aves cantarán y tal vez nada cambiará, pues nada parece cambiar aquí desde hace mucho, más bien se derrumba, como las calles, como las casas, como el calor en mi piel. Habrá que ver el sol naciente venir una vez más, iniciar un ciclo una vez más. Esperar a que el sol de la primavera sea un poco más amable, un poco más sensato.


lunes, 9 de marzo de 2020

GEO

Comenzaba Marzo, y a mi ya me urgía que se acabara el invierno, había sacado a colación lo peor de mí.

Escuchar la traición de tu boca golpeó mi estómago como alcohol barato, me fui, corrí por la avenida en busca de mi tiempo, de mis ilusiones y mis recuerdos frustrados.

Tomé un urbano con camino a no sé donde, perturbado, dolido, a nada de llorar en medio de mal olor y de godinez recién salidos de la oficina.

No era lo que habías hecho, lo que habías dicho, era la decisión y el hartazgo en tus ojos. Jamás me había sentido tan indeseado como hasta ese día, te había dado el instructivo para desarmarme y tal vez, sin darte cuenta habías puesto en acción tal misión.

Entre los asientos de un Geo, vi al muchacho de 1.50, tal vez era necesario toparlo ahí, que me viera entre la multitud y notara como me quebraba. Fingí no tener problemas, pero fingir no de me da muy bien. Tuvimos la conversación más común que pude edificar y me fui. Y el me había leído, y yo me había mostrado, y es así como me imagino que se originan los lazos fuertes.

Llegué a mi destino, caminé por las calle para encontrarme de frente con la verdad, no sería verdad hasta que lo contara, así pensaba yo.

Lloré sobre la banqueta, buscándome entre las piedras de la calle, deshaciéndome en pedazos de carne que eran acarreados por las hormigas.

Y ya pasó un año, de correr, y llorar y hablar de ello hasta el hartazgo, ¿cuánto tiempo más tendrá que pasar?




domingo, 1 de marzo de 2020

Frijoles con queso

La delicia al paladar más fantástica existía visitando a la abuela a la vuelta de la esquina, esperaba impaciente a que fuera Domingo después de la misa para poder llegar a su casa y degustar el exquisito platillo.

Era una época donde no importaba mi peso, ni como lucía, la ropa que traía puesta, cuanto dinero traía en el bolsillo o que tan exitoso era en lo que hacía. Nada importaba, no realmente.

Camino por las calles de la colonia, y se asoman frente a mi las historias del niño que fui, las pisadas sobre la tierra están ahí en el suelo clavadas, se develan frente a mi, así como los rayos del sol que iluminan las calles, desde el sol naciente hasta su puesta.

Descubro historias en el parque de la esquina, detrás del juego con forma de pastel, en la bola que gira, en los restos de las canchas que se han convertido en algún edificio de oficinas del gobierno.

A unas calles más la escuela religiosa donde fui gordo, donde fui feliz, donde conocí a los amigos que aún hoy llevo conmigo, y junto la iglesia.

Beto el gay que me cortaba el pelo y que ponía coreografías de xv años vive a una cuadra, mis tías solteronas amargadas que tanto me han dado también están cerca de aquí. La panadería el hornito con sus dos viejitos, la papelería con el señor y su sonrisa. 

Tanto tiempo he pasado lamentándome, odiándome, llorando en esta calle, en esta colonia que me ha visto crecer, que me ha regalado tantas historias. Y al final cuando me vaya, seguro querré volver, a correr, a reírme, a escuchar periódico de ayer en la mañana del 25 de Diciembre, querré volver a comer un inmenso plato de frijoles con queso.

Y siempre seré este,
el moreno con cabello necio,
y necio,
soy frijoles con queso.