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miércoles, 7 de noviembre de 2018

24

Veinticuatro horas tiene un día. Veinticuatro es el número de este año. 

Veinticuatro años han pasado y no ha habido un momento que recuerde en el que no me haya sentido perdido, agobiado.

De repente y como cada año, sucumbí ante las lágrimas, casi como una tradición, como un rito que se hace presente. No hay vez en la que no haya llorado al menos una vez durante el día. A veces lágrimas de borracho, a veces lágrimas de tristeza, a veces lágrimas de miedo y otras tantas de agonía. 

Me siento ansioso como cada año, me siento triste como cada año, y no importa cuando haya pasado el tiempo, me siento aún como un niño aterrado. 

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque, aún no ha tocado el suelo. 

Aún soy el niño que llora en las fiestas, el de las borracheras, el de la indecisión, de la inmadurez a flote. Si quieres conocerme, veme así, berreando por cosas que a nadie le interesan.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Halloween


La noche se torna helada cuando no estás conmigo, pero en medio del frío me encuentro conmigo de nuevo. 

Programas de cocina, películas de terror y comida chatarra son un fantasma del ayer, de los recuerdos de una etapa que se ha quedado atrás, y que a veces recuerdo y anhelo. 

No existíamos, por momentos ya no existimos, a veces es sólo un espectro, una sombra, una máscara blanca. 

La noche del terror se ha hecho presente y los fantasmas no espanta tanto como lo imaginaba, tal vez sólo hacía falta estar listo.