El roce de mi piel contra la cama crea llagas de dolor. Arden las pústulas a punto de explotar, revientan dejando sangre y pus embarrada en el colchón. Apesta.
Inconsciente estoy, a la deriva del ayer, ansioso del mañana y flotando entre los trozos del hoy. Dibujo con letras, escribo con lágrimas y grito los trozos rotos de mi interior.
Las dudas se han mezclado entre ellas y las esperanzas ya no tienen voz, parece que no existen ante mi, y no hago más que llorarle sin lágrimas a un fantasma que a veces se hace presente.
Qué hay de mi, qué hay de esta coraza que se ha roto tanto ya, qué hay en mis oídos quebrados que producen mareos constantes y vómitos de palabras incesantes.
Y espero que sirva este dolor, que origine menos dudas y más textos a deshoras de la noche.
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