No he cambiado del todo, por dentro soy el mismo. El mismo que teme, que ríe, que anhela, que se equivoca.
Se fueron los días, pasaron a distinto tiempo, unos lento, otros más rápido, pero todos dejando ideas y recuerdos clavados a mi cuerpo.
Y lo aprendido se pega a mi, me permite volver a cambiar la mirada. Volteo, y observo una vez más el panorama, se va.
Sólo quedan más que las experiencias vividas, mejor haberlas sentido a no haberlas vivido.
Y al final siempre vuelvo a las mismas cosas, a los mismos lugares, a los mismos recuerdos que habitan en espacios recónditos de mi memoria, a la misma ansiedad lenta y renuente, a la preocupación eterna, al recuerdo de la melancolía, a mi pasión por las emociones, mis sueños visuales, mis dedos marcados, letras complejas que le dan forma a los textos.
Me he vuelto a transformar, vuelvo a cambiar de piel.
Me aferro a mi piel morena, la tinta casi termina de irse, y vuelvo a las letras y vuelvo a las imágenes y vuelvo a todo aquello que se había olvidado.
Me olvidé por un momento, no he cambiado del todo, por dentro soy el mismo.