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jueves, 2 de enero de 2020

vaivén

Cuando era niño solía sentirme inseguro. Moreno, de estatura media y una panza que desbordaba por el cinturón apretado. A eso sumándole mis cabellos parados y un vaivén femenino de mi gordo cuerpo.

Nunca me sentí guapo en ningún lado y el mundo se encargó de recordármelo a cada momento. Siempre el último en ser escogido en los equipos deportivos, el gordo sin amigos a la hora del receso, el amanerado del short azul en el parque, el feo negro pelos parados del #42

Y esos recuerdos se pegan a mi,
y tal vez es mi culpa,
o la de mis padres,
o la de esta sociedad que reprimió lo bueno de mi
y evidenció mi físico terrible.

Y me aferro al amor a medias, creyendo que sólo merezco eso,
a las críticas de personas que creen que no debería de vestirme bien porque que caso tiene soy soy feo o prieto.

Varado aún en este vaivén femenino, me miro de repente en los espejos de la calle y aveces me siento guapo, capaz de acostarme con cualquiera, listo para devorar un mundo que siempre me hizo a un lado, pero no, porque aún sufro de este mal, de mis recuerdos que me hacen conformarme con miseria, con medios amores, con retazos de cariño.

Ojalá algún día me mire al espejo y logre quererme, al menos así alguien me habrá querido.

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