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sábado, 2 de marzo de 2019

Cereal con leche

Una de sus pocas alegrías era comer cereal con leche, pero del que tenía pasas, porque sentía una arraigada afición por comer ese cereal que aunque para mucho poseía un sabor desagradable y fibroso, era su favorito. 

Abrió el refrigerado y tomo la jarra metálica con leche fría y la llevó a la mesita donde lo esperaba su plato lleno del cereal. Al vertir la leche, se le resbaló el aza de sus pequeñas manos y cayó al suelo. Él a toda velocidad y con una culpa bien clavada en la garganta, levantó la jarra que ahora era más liviana. 

Se sintió tan torpe que se le derramaron las lágrimas sin que lo notara, entonces sintió miedo, como aquel que siente la angustia de su soledad y de su insignificancia creciéndole en el pecho.

Lloró mientras trataba de limpiar con una jerga rota, lloró cuando el piso quedó pegajoso y sucio, se castigó a si mismo sin ver televisión y comió con problemas el cereal medio húmedo y medio seco, ya que el nudo que tenía en la garganta y sus sollozos no le dejaban tragar bien. 




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