El sol de invierno es caliente y duro como el asfalto, empedrado y oscuro. El sol de invierno es ardiente, se pega a las paredes y arde sobre la banqueta.
Ardo, ardo en la incertidumbre, vivo en las llamas creadas por luces de bengala y palomas que han hecho explosión formando estelas de luz peligrosa.
¿A donde pertenezco? ¿Aquí pertenezco?
Si al mirarte me pierdo y al irme te recuerdo.
Anhelo libertad y exijo el pecho donde me has dejado habitar.
Y tampoco me encuentro a mi mismo en las calles del sol, no pertenezco a ellas.
Vuelvo, los balones botan, caricias en cada esquina, me escondo entre las sombras de la noche, y lloro sobre recortes de revista.
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