En este pedazo de vida, los días no tienen nombre, ni las horas, ni yo. Alejarme parece ser una respuesta segura pero desconcertante.
Afuera ya es primavera, llena de humedad las casas y de sol las calles, me recuerda a la infancia. Y este sol me obliga a verme de frente con este lugar. Que no cambia, se mantiene, se aferra y se encierra.
El tiempo pasa, y no me muevo. No es distinto, no es nada distinto.
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