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lunes, 16 de diciembre de 2019

juicio

Dolió cuando perforaron la encía,
engañarme a mi mismo, sentir el dolor de tu rechazo,
era leer en sus tatuajes los instantes que yo nunca pude darte,
ser el hijo no querido, el homosexual amanerado,
sentirme olvidado, sentirme gordo,
la vergüenza de usar un pantalón apretado.

sangro toda mi boca, enseguida llegó a mi paladar el sabor metálico de la sangre.
sentí el sabor de todos esos panes,
esos dulces,  esas meriendas que devoré
para llenar el vacío que aún arrastro.

el entumecimiento en la encía me hacía sentir inmóvil,
indefenso y estúpido.
sin salida, atrapado en una cadena circular de odio,
rencor, pobreza, desconfianza y asco.

perforaron el tercer molar,
lo partieron en pedazos, y dolió,
partir el nervio me hizo sentir un dolor indescriptible que recorrió todo mi cuerpo,
derramar una lágrima, una sola lágrima es lo que se puede derramar cuando se sufre así,

el estar solo, sentirme solo, llorar por las noches, olvidar quien soy,
darme asco frente al espejo, querer arrancar los pliegues de mi piel,
sentir vergüenza por todo lo que sigo sin ser y darme cuenta de que ya se me fue otro año.

y no hice nada relevante, pero sí,
arrancarme de tajo el puto juicio que llevaba atorado en lo más profundo de mi dentadura,
gritar por dentro en casa segundo amarrado a esa silla incómoda,
en ese cuarto asquerosamente limpio,
con una luz cegadora y un olor pulcro,
frío, frío, frío.

y es recordar la ventana de un viaje,
ver mi cuenta bancaria vacía,
sentir que no se pertenece a ningún lado.

y es que no soy, ni hice,
no fui, ni traté.

y ahora existe una herida latente, un hoyo de sangre coagulada,
un poema que voy a escribir,
un dolor que se va a quedar ahí,
para siempre y por siempre.

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