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martes, 7 de mayo de 2019

yo, digital

Parece que fue ayer cuando me inauguraba en el mundo de la escritura, ni siquiera me sentía cómodo hablando sobre mi mismo, ni siquiera sabía como hacerlo, y ahora, han pasado más de 6 años. He despotricado sobre mi y mis emociones en más de 100 escritos que han salido de distintas partes de mi ser. 

No soy el mismo de ayer, pero sí, pienso al releer mis penas amorosas del ayer, al recordar mi llanto por un examen imposible, al pensar en las veces que fantasee salir del closet o cuando me descubrí a mi enamorado de lo imposible.

Parece hace tanto, parece tanto, pero estas ideas, estos textos y estos años se han ido escapando de mi sin darme mucha cuenta, se han configurado en una serie de párrafos que hoy aún, a veces, me intimida compartir, y es que aún me apena mostrar quien soy, quien fui y quien quiero ser. 

Y no olvido, porque mi autodiagnosticada hipermnesia a veces me lo impide, y puedo volver a leer cada uno de ellos y puedo volverlos a vivir, como si aún viviera en ellos, como si repasara las emociones una a una. 

Pensaba el otro día en como he perdido el tiempo, según yo, pero pareciera que no ha sido tanto, al menos, esas dolorosas noches de ansiedad, las agonías del alcohol y el doloroso paso de la verdad en mi pecho se han regurgitado en palabras, en recuerdos que quedan atesorados dentro de este espacio digital,  y a eso me refiero cuando digo que nuestras emociones viven en gigas. Soy una persona en línea, atesorando recuerdos en un ordenador, dentro de una pantalla que emana luz, como la luz que emano, tal ve no somos tan distintos de las máquinas. 

Aún no sé que voy a hacer con todo esto, con estos textos, aún no se donde los voy a poner, si debería ponerlos en algún lado o solo guardarlos para mi, esperando a que el apagón tecnológico los consuma, a que la muerte de mi memoria digital me haga olvidar lo que alguna vez fui. 









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