Me siento sobre la cama para recibir la noticia del fin de los tiempos, el aire entra de golpe por la ventana y eriza mi mejilla.
En la melancolía eterna de la habitación amarilla encuentro historias del ayer, de besos, de sangre, de risa y de miedo, de lágrimas y sudor, huelo fresas, huelo mierda. Parece otra vida.
Y al volver a los recuerdos atesorados, no me lamento, no sufro, no los altero.
Creo que voy a llorar, pero así como el aire, golpea en mi rostro la certeza de que todo estará bien.
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