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martes, 30 de junio de 2020

Respira, renuncia y revienta

Aún arrastro a mis otros yo, como si fueran pequeños a los que veo por ahí en la calle. Les hablo, son mis amigos y les aconsejo.

El otro día lleve a caminar al pequeño, le hice cumplidos sobre su limpísimo uniforme blanco, le ofrecí caramelos sabor lavanda y le di un abrazo porque su papá no se los ofrece mucho.

Al gordo me lo encontré solo en el parque, sentado en un columpio meciéndose mientras miraba sus rodillas chuecas, llevaba puesto un suéter de color verde a pesar del calor. Le dije que todo iba a estar bien, que las cosas que piensa no están mal y que no haga caso a los consejos de adultos.

A veces corro con el flaco, le digo que es guapo y lo regaño para que coma, 'no importa lo que los demás piensen de ti' le digo al final de cada sesión de ejercicio. No hay mucho de que preocuparse, ya estás perfecto.

Cada que voy al bar me topo con el borracho, le invito una caguama y nos reímos de la vida, usualmente acaba llorando. Aún se busca en las botellas vacías y se siente solo por las noches.

Y ayer conocí a otro, es guapo, inteligente, pero creo que no lo sabe. Le abrazo como al pequeño y se quiebra entre mis brazos como si tuviera 5 años.

Respira, renuncia y revienta.

Déjalos ir, ya no existen, fueron pero ya no.

Respira, renuncia y revienta, me digo para ya no arrastrarlos, para ya no llevarlos, para ya no sentir que duelen.

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