El columpio que nadie empuja, el cuento que nadie relata, el beso que no se da antes de dormir, el abrazo que nunca llega.
Desde pequeño aprendí a reparar las cosas rápido, fácil, un poco de pegamento o cinta y los trozos unidos.
Y cada vez que algo se rompe, lo armo; con los pedazos que van quedando, los uno, los entrelazo.
Y cada vez que me rompen, me armo; con los pedazos que van quedando, los uno, los entrelazo.
Siempre me rompen, y siempre me armo.
Me hallo en el suelo, quebrado. Me miro ahí, hecho polvo, destrozados y luego una vez más, me armo.
El balón desinflado, el plato quebrado, el reflejo roto.
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