Seguidores

miércoles, 2 de enero de 2013

Morir y renacer.

El tiempo era muy tonto, me sentía solo, distraído, vacío y lleno. Como si la tierra tuviera una inconsistencia y como si nada fuera ni pudiese ser perfecto.
Había vuelto al inicio, o quizá eso parecía, me sentía como si no hubiese logrado nada, como haber corrido 1000 km para que al llegar a la meta me enterará que debía correr otros 1000 más.
Nada tenía sentido y la felicidad del ayer se había esfumando como se habían esfumado todas las ideas creativas de mi memoria. El tiempo era rápido y la densidad del aire pesas y difícil de inhalar, todo era perfecto para saltar del banco o para sumergirse en otro mundo diferente lejos de este.
El amor no existía en ese lugar y los recuerdos hermosos se habían vuelto trozos de papel en llamas que se consumían lentamente mientras yo los veía desaparecer y convertirse en cenizas sin que yo pudiese lanzarles agua o lágrimas para que las llamas cesaran.
La velocidad del tiempo era lenta y firme, no había velocidad en las manecillas del reloj, se arrastraban con cansancio y lentitud, más cansancio que el que mi cuerpo frágil y esquelético podía sentir.
Mi imaginación me pesaba y pedía a gritos escapar de mi cuerpo sin éxito alguno.
La música era irritante y los sonidos solo molestaban a mis oídos hartos de escuchar las tonterías del mundo, todo ese hartazgo me pesaba unos kilos más.
No tenía hambre, ni sed, ni ganas de respirar o ganas de seguir vivo. Mi fuerza de voluntad se había terminado y el aburrimiento cobrara la victoria sobre el lugar. El fin había llegado. Las paredes de un color opaco parecían excitarse al ver como me apagaba lentamente, mi respiración se acortaba, laz luz se apabaga y el viento escapaba. Todo ha terminado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario