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jueves, 24 de octubre de 2019

Hojas de otoño

En el umbral de la puerta
te vi saltar entre las hojas secas del otoño.

Con tus pijamas, corriste hacia mi,
me miraste con ojos ingenuos, donde habitaba todo el
amor que no nos habían dado.

Mientras te regañaba por tus rodillas sucias,
noté la sonrisa de tu rostro.
Se asomaban tus frágiles dientes.

Y entendí que éramos uno mismo,
que éramos iguales, que habíamos venido
del mismo lado.

Y la sangre que corría por mis venas
era del mismo color que la tuya.

Somos iguales y distintos.

Somos tierra y agua.

Emociones libres y contenidas.

El verde de las hojas se quedó en la primavera,
siempre vivimos en el otoño, en los ocres
que vinieron después.

Y es que nunca hemos sido verdes,
más bien cafés,
más bien azules,
más bien rojos,
pero nunca verdes.

Y a veces me pregunto cuando
volveremos a ser uno mismo,
a abrazarnos entre las hojas,
como aquellos días de viento en los que no éramos nada,
más que dos ingenuos sin suéter,
brincando sobre hojas sucias y marchitas.

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