Escribo esto para calmar un poco la ansiedad. Tal vez, entre letras, he encontrado la única forma de sentirme un poco más seguro, aunque por dentro se acreciente el temor.
A veces no encuentro respuesta a lo que sucede a mi alrededor, a lo que provocan mis manos, mis palabras, mis acciones. ¿Será el alcohol el culpable de todo, o solo es mi inseguridad saliendo a flote?
¿Qué hay en los vasos de cerveza o de caña que me vuelve tan valiente... o que me permite destruirlo todo?
Es ahí donde nace la posibilidad de decirles a mis padres que los quiero, de tomar de la mano a mi novix sin vergüenza por la calle, de abrazar a mis amigxs sin miedo. Es ahí donde me convierto en otro: uno que ya no le teme a nada, excepto a sentirse solo.
Me he vuelto capaz de crear… pero también de acabar con todo. Supongo que es más fácil culpar a algo externo, pero sé que debo mirar las cosas de frente, nombrarlas, aceptarlas, para no dejarme morir como cobarde.
En esta dimensión todo parece ir mal. A veces la esperanza se diluye, me siento sin rumbo, sin amigxs y con kilos de más. He fallado más de una vez y he dejado que todo estalle a mi alrededor. Apenas y me siento capaz de recoger los pedazos. ¿Podré?
El paso del tiempo se vuelve complejo. Cada vez tengo menos ganas de rodearme de personas, y encuentro más paz encerrándome en casa. ¿A beber? Tal vez. Aunque cada vez se hace más difícil saber cuándo parar. Cuándo detener este espiral creciente de angustia… y de culpa.
¿Qué habría sido de mí si no hubiese llegado hasta aquí? ¿Qué fue de los otros yo que no tomaron este camino? Esa es la pregunta que sigue sin respuesta. Espero que, en algún lugar, ellos hayan cometido menos errores, tenido más certezas, y la capacidad de verlo todo un poco más claro.
Las dimensiones de mi alma se entrelazan… y al final solo queda el café al otro día, y la pregunta:
¿Habrá algo mejor después de esto?
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