Seguidores

martes, 13 de septiembre de 2022

escribiendo historias

Una vez fui un niño que no se halló en las películas, ni en las historias que veía en televisión. No me asomaba mucho a los libros, pues no había tantas opciones en la casa de mis padres. Así que crecí contándome mis propias historias, aquellas donde el chico más guapo de la secundaria cantaba una canción para mí o donde el que era mi mejor amigo, se daba cuenta que yo era el amor de su vida. 

Guardé esas historias para mí y no se las conté a nadie. Las revivía en mi cabeza con la esperanza de que algún día me ocurrieran.

Pienso en un yo de 13 años, en el fondo del salón de clases, pensando en relatos que a pesar de desearlos, me avergonzaban. Usando un suéter color verde pistache que me ayudaba a esconderme de los demás; en una esquina sin pronunciar palabras para pasar desapercibido. 

El gordo amanerado, el prieto de los pelos parados, el niño que era aveces raro, el de los pocos amigos.

Y hoy vuelvo a ello, para abrazarle, para recordar a ese niño que escribía sus propias historias, que a su corta edad lloraba antes de dormir y se preguntaba con ansiedad que sería de él en el futuro. Si tendría que resignarse a vivir en una mentira toda su vida, si siempre se sentiría el más feo del salón, si tendría que pasar el resto de sus días en una esquina intentando pasar desapercibido. 

Mientras escribo estas letras, pongo mis manos sobre las suyas, pequeñas y rechonchas y le cuento que estamos bien. Que hay gente que nos quiere, que seguimos inventando historias de amor y desamor, del jardín de mamá, de nuestros amigos, que son muchos, de las fiestas. Le conté sobre el mar, sobre lo que todavía aún duele, y de lo que ya no. 

Estamos mejor, y aunque a veces me sigo ocultando (ya no en un sueter verde), me doy cuenta que soy un poco más libre, que me siento un poco más guapo y que sigo escribiendo sobre todo lo que aún queremos llegar a ser. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario